Pero eso ya es parte de la historia, mientras que lo que vivimos nosotros los bolivianos, es lo que algún día será, lastimosamente, parte de nuestra historia y en esa historia nuestro rol es de los cómplices, de los sin voz, que aceptan que La Casa Grande del Pueblo tenga como pilares a cosas como Caranavi, Tipnis, Litio, Campo Margarita... ¿Que el gobierno no tiene espacio para gobernar? ¿Por eso tiene que construir en la Plaza Murillo una obra majestuosa que esté ahí presente mostrando a los nuevos libertadores de estas tierras? Murillo peleó por sus convicciones, y también murió por ellas, como un hombre que acepta sus ideologías, que no se oculta, que no dice...ah.. yo no fuí... Y eso es lo macabro, que en una plaza donde se supone algún ideal noble, se pisotee todo aquello que podría ser, y sea cambiado por algo que no debería ser...
El valor histórico de las casas que han de ser derrumbadas está ahí, pero en una sociedad donde las vidas humanas, donde la dignidad humana no tiene ningún valor, ¿creen acaso que han de respetar el valor de adobes que ya pasaron muchos años viendo nuestra incapacidad de crear una sociedad boliviana, libre de todas las porquerías que hasta ahora siguen siendo nuestros males? Y por la forma en la que nos comportamos, esos males los vamos plantando en campos fértiles, para que en el futuro den sombra a las generaciones que vayan a venir.
Para gobernar no necesitamos de edificios, porque los edificios nunca gobernaron, lo que necesitamos es un gobierno que entienda de su oficio, que entienda qué tareas tienen que ser resueltas para que el pueblo mejore su vida, para que los niños tengan un mejor futuro, para que nuestra naturaleza tenga una opción verdadera para poder seguir siendo nuestra Pachamama... con todo lo que esto implica. Pero como somos la sociedad carnavalera, vivimos ocultos detrás de miles de disfraces, de miles de caretas, ocultos en miles de borracheras, en miles de presterios que nos alejan de nuestras metas, que adormecen nuestras verdaderas necesidades, que nos dejan sin defensas y así volvemos a caer al rol de las presas mansas...
Y como tales somos gobernados, porque las presas mansas no tienen derechos, no tienen voz, no tienen dignidad, no tienen justicia, no tienen nada que las amparé, que las cuide... y se va al revocatorio, a las nuevas mamadas políticas para poder explicar una política inexplicable, para poder justificar una moral que nunca podrá ser justificada, para poder crear una realidad donde lo ilegal es convertido en legal...
Miles marcharon y cuando llegó el momento de poner las cosas en su lugar, a pesar de que la masa tuvo el poder en sus manos y pies, se llegó al diálogo, para volver a caer en el rol de la presa... La Casa Grande del Pueblo, un cuento asqueroso copiado de alguna “civilización” lejana, para dejar claro, que este gobierno es del pueblo, por eso lleva su nombre esa casa, ¿pero no sería mejor si algún día podríamos decir La Casa de un gran Pueblo?
Para eso nos falta mucho, porque para ser un gran pueblo tenemos que tener una identidad propia y mientras sigamos en las peleas dialécticas racistas, no saldremos de la realidad actual donde una Casa tiene la majestuosidad que su pueblo no la tiene...
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